Vietnam/ Cuando los jóvenes ayudan a sus mayores con la tecnología digital
En la era digital, jóvenes voluntarios trabajan con ancianos para orientarles en el mundo digital. Una escena ordinaria en un centro administrativo revela una hermosa oleada de humanidad, solidaridad y reconocimiento intergeneracional.
Una mañana, en un centro de servicios administrativos municipales, el ambiente es tranquilo pero cargado de significado. Un anciano, con la mano temblorosa sobre un viejo teléfono, duda, perdido en los meandros de un formulario digital para renovar su tarjeta sanitaria. A su lado, un joven con uniforme azul de voluntario se inclina suavemente. Ningún gesto brusco, ningún rastro de superioridad: sólo un tono tranquilizador y paciente. "A continuación, una explicación clara, una sonrisa amable y un apoyo sincero.
Un clic para restablecer el vínculo
El anciano le devuelve la sonrisa. No sólo por gratitud. Sus ojos se humedecen, quizá simplemente porque en este lugar administrativo de papeles y sellos ya no se siente solo. Alguien acaba de ayudarle a cruzar la puerta de la era digital, con respeto y humanidad.
La escuela popular digital: cuando la solidaridad se convierte en educación.
Antes, los adultos analfabetos acudían a clases de bình dân h?c v? (alfabetización) para aprender a leer y escribir. Hoy aparecen nuevos analfabetos, esta vez digitales. En lugar de pizarras y tizas, hay pantallas táctiles, códigos QR y plataformas en línea. Y en lugar de profesores, son jóvenes voluntarios, estudiantes o personal de centros administrativos, quienes guían a sus mayores paso a paso por este nuevo alfabeto digital.
No sólo transmiten conocimientos, sino un verdadero sentido de la inclusión. "Nose preocupe, podemos volver a empezar","Tómese su tiempo","Déjeme que le enseñe"... Estas sencillas palabras, poco frecuentes en una sociedad apresurada, calientan los corazones al tiempo que disipan la angustia del retraso tecnológico.
Nadie nace sabiendo utilizar un smartphone o declarar sus ingresos por Internet. Los jóvenes lo aprenden en la escuela. Los mayores suelen enterarse por sus nietos. No es de extrañar, pues, que una persona mayor, sintiéndose incómoda, confiese al entrar en un centro público:"No sé cómo se hace...".
El problema no reside en las personas mayores, sino en una sociedad que a veces no ha sabido explicarles las exigencias del progreso. Una transición digital realmente integradora no puede lograrse sin una transferencia de conocimientos. Esta transferencia requiere paciencia, empatía... y una presencia humana constante.
Sin embargo, este intercambio no es un camino de sentido único. Cada joven que acompaña a un mayor descubre a su vez valores esenciales: paciencia, escucha y gratitud. De este modo, cada acto de ayuda se convierte en una verdadera lección de vida. "He visto a mi abuelo en este hombre", confía un voluntario después de su turno."Reconocí a mi madre en los ojos de esta señora que estaba esperando".
En estos momentos de suspensión, ya no se trata sólo de trámites administrativos, sino de transmisión de humanidad, de reconocimiento entre generaciones, de solidaridad intertemporal.
¿Y si los centros de servicios públicos se convirtieran en las nuevas aulas de la sociedad? Hay terminales electrónicos, por supuesto, pero también voces suaves que tranquilizan, miradas de apoyo, jóvenes que tienden la mano. No es sólo un lugar donde buscar un documento: es un lugar donde sentirse conectado, reconocido, parte de una comunidad que no deja a nadie en la cuneta.
Es la aparición de la"alfabetización digital", no oficial, espontánea, pero esencial.
Una misión del corazón
"No dejar a nadie atrás": no es un eslogan, sino una promesa. Un pacto tácito entre generaciones. Y cada vez que un anciano consigue enviar un documento por su cuenta a través de una aplicación, o una abuela consigue comprobar en línea sus derechos al seguro de enfermedad, no se trata solo de una victoria individual. Es toda una sociedad avanzando, unida.
En cada clic que hacen los jóvenes, hay un "gracias" silencioso por los sacrificios del pasado. Sus mayores vivieron los cupones de racionamiento, las casas sin planos ni comodidades, los años de reconstrucción. No tuvieron la oportunidad de aprender informática, pero sentaron las bases sobre las que descansa el mundo vietnamita moderno. Así que ayudarles hoy significa devolverles un poco de lo que dieron ayer.
Ayudarles no es sólo realizar una simple tarea. Es, sobre todo, una forma de expresar gratitud. Significa hacer algo, por pequeño que sea, para que ningún anciano se sienta abandonado. También es una oportunidad para crecer personalmente, dando sentido a cada acción.
El servicio no disminuye a la persona que lo hace; al contrario, eleva el corazón. Es comprendiendo el significado profundo de las propias acciones como se revela todo su valor. No hay papeles insignificantes, sólo corazones que pueden o no comprender la importancia de sus acciones.
La generación de ayer nos enseñó a caminar. Hoy, nos corresponde a los jóvenes guiarles, paso a paso, a través del puente digital.
No es una obligación, sino un homenaje. Y quizá ahí empiece la sociedad del mañana.
Fuente: lecourrier.vn/