Cómo hacer que la descentralización funcione
Desde hace varios años, todos los partidos políticos incluyen la descentralización de una u otra forma en su lista de promesas electorales.
Este término es obviamente ambiguo: Se refiere tanto a una simple transferencia de un servicio administrativo central a las regiones (lo que técnicamente es una desconcentración), como a una verdadera delegación del poder estatal a una nueva entidad política regional. Lo primero, aunque poco frecuente, es fácil de conseguir; lo segundo, prácticamente imposible.
¿Es posible lograr una verdadera regionalización que permita a nuestras 17 regiones administrativas tener un gobierno regional y ejercer verdaderos poderes políticos en su territorio con verdadera autonomía de decisión?
Ya se han hecho varios intentos de iniciar el proceso, pero se han conseguido pocos resultados. Al principio, se crearon los CDR (Consejos de Desarrollo Regional), que fueron sustituidos por las CER (Conferencias Regionales de Funcionarios Electos). Después desaparecieron en 2014, aparentemente sin que nadie se quejara o se diera cuenta.
Hasta ahora se creía que el proceso de regionalización debía iniciarse desde arriba, es decir, por el gobierno central. Era el gobierno central el que definía las etapas y creaba las principales instituciones. Incluso se pensó, como se preveía en el Libro Blanco adoptado por el gobierno de Parizeau en vísperas del referéndum de 1995, que esto podría hacerse de una sola vez estableciendo, ya a principios de año, un nuevo gobierno regional.Incluso se pensó, como preveía el Libro Blanco adoptado por el gobierno de Parizeau en vísperas del referéndum de 1995, que podría hacerse de una vez estableciendo, desde el principio, autoridades regionales elegidas con poder fiscal autónomo, que serían idénticas en cada una de las 17 regiones.
Lo que propongo es proceder, por el contrario, de abajo hacia arriba, partiendo de lo que ya existe y mejorándolo gradualmente. Como punto de partida, sugiero utilizar el centenar de MRC (municipios comarcales regionales) que ya tienen jurisdicción sobre los asuntos de su "región de origen".
Cabe señalar que los MCR tienen la interesante característica de poder diferenciarse entre sí en cuanto a estructuras y competencias, para adaptarse mejor a sus propias realidades. ¿Por qué no pueden hacer lo mismo las nuevas autoridades regionales? ¿Por qué todas las regiones deben ser iguales desde el principio?
Un enfoque evolutivo
Este es el enfoque que propongo. El primer paso sería conseguir que el corregidor de la CRM, en lugar de ser elegido por los alcaldes, sea elegido por sufragio universal de los ciudadanos del municipio. Desde 2001, esto es posible para las MRC que no forman parte de la Communauté métropolitaine de Montréal (CMM): ya son 18 las MRC que han adoptado este procedimiento y su número parece aumentar constantemente.
Acelerar la tendencia haciendo esta elección obligatoria tendría una doble ventaja: En primer lugar, dinamizaría cada MRC al poner a su frente a un dirigente elegido tras una campaña electoral (y, por tanto, con un programa de desarrollo) y, en segundo lugar, serviría de arranque para el proceso de regionalización.
Al mismo tiempo, la ley prevé que, en cada región administrativa, los prefectos elegidos de esa región puedan formar parte de un Consejo de Coordinación Regional (CCR) de nueva constitución. Estos CCR permitirían, en primer lugar, a los MCR armonizar y coordinar sus respectivas políticas, dándoles así una perspectiva regional. Además, la ley permitiría a los propios MCR delegar algunas de sus competencias y la administración de algunas de sus políticas en los CCR, dando así a estas competencias y políticas una verdadera dimensión regional.
La ley también debería permitir al propio gobierno delegar algunas de sus competencias y funciones en un CCR, acompañado, por supuesto, de una financiación adecuada. Esta delegación estaría sujeta al cumplimiento de las normas nacionales, pero no tiene por qué ser general y podría variar de un CCR a otro. Los CCR se convertirían así gradualmente en los precursores de verdaderos gobiernos regionales. Como cada región elige su propio ritmo, sería posible experimentar con las mejores formas de hacer las cosas y evitar los fracasos.
Por lo tanto, este enfoque sería esencialmente evolutivo. Permitiría a cada región evolucionar a su propio ritmo según su realidad. La regionalización no debe imponerse a las regiones, sino que debe responder a sus demandas. Para que la regionalización tenga éxito, es importante que cada región sienta que sus instituciones regionales le pertenecen. De hecho, la voluntad y el dinamismo de cada región deben ser la fuente de las potencias regionales.
Luego, en los próximos años, aprovechando la experiencia adquirida, sería posible prever la etapa final, la de los gobiernos regionales elegidos por sufragio universal, con poderes fiscales autónomos (con peLa última etapa sería la de los gobiernos regionales elegidos por sufragio universal, con poderes fiscales autónomos (con equiparación entre regiones) y con amplias competencias, incluyendo el desarrollo económico, la vivienda social, la atención sanitaria primaria y la educación, como se preveía en el Libro Blanco de 1995.
La regionalización es un proceso a largo plazo. Es necesario reducir la carga burocrática del Estado central. Permitiría aprovechar el dinamismo de cada región movilizando a sus ciudadanos y aprovechando sus puntos fuertes y su orgullo. Por último, contribuiría a fortalecer Quebec aprovechando su diversidad y profundizando en su vida democrática, siempre que se tomen medidas para estimular la participación electoral de los ciudadanos.
Fuente: www.ledevoir.com